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Nos dice Louis Cattiaux desde el Libro V del Mensaje Reencontrado: 49. La gloria de la sabiduría es conversar con Dios y jamás confiarse a los hombres impíos.49'. Los cuatro elementos forman el alfabeto con el que Dios enseña a los hombres clarividentes.
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Un día de enero de hace muchos años, caminando en una montaña sagrada de la cordillera de los Andes, este versículo 49 de Cattiaux se presentó ante mi espíritu como una liebre que atraviesa el camino para señalar un rumbo.
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Me dije: "El filtro para aprender ese alfabeto divino es uno mismo" y mi guía invisible se mantuvo en silencio. Balbuceé otra vez en mi mente: "El filtro para aprender está en uno mismo" y mi guía invisible siguió en silencio. Y repiqué como un tambor con delay: "Es el propio Dios quien crea filtros a la medida de cada ser y de su estado de conciencia." Entonces mi guía pronunció: "Todo es materia prima, vé en que estado está la obra de cada ser y encontrarás su límite de conocer y no lo juzgarás sino sólo le comprenderás a través de los logros de su propia obra, buenos o malos”. Y yo agregué a Mateo 12,33: “Si el árbol es bueno, su fruto es bueno; si el árbol es malo, su fruto es malo, porque por el fruto se conoce el árbol".
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Entonces mi mente resonó como un cencerro. Versículo 49, 4 + 9 = 13; 1 + 3 = 4. 4 elementos… Y El enseña sus misterios a partir de ellos. Un alfabeto que habla por la transmutación de los 4 principios constitutivos de la naturaleza: tierra, agua, aire y fuego. Pensar los 4 elementos en acción abre los misterios de lo impensado.
Empédocles los llama "las cuatro raíces de las cosas", pues no son los elementos físicos, sino las 4 vías ocultas que coagulan y disuelven a todas las criaturas de la existencia. Su conocimiento nos lleva a un viaje al reposo de la sabiduría del cual Cattiaux dice "La alegría y el asombro de quien se descubre en Dios no tienen fin." M.R. IV. 25.
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Este Alfabeto tiene 4 letras: I H V H, el sagrado Nombre que corresponden al fuego, al aire, al agua y a la tierra. No en vano se atribuye a Pitágoras la idea de que el espectro total de posibilidades de este mundo está contenido en la cifra cuatro. Cada elemento tiene 10 manifestaciones. Así Cattiaux ordenó los 40 libros del Mensaje Reencontrado y respetó sus 2 vías, celeste y terrestre. Pero una rápida mirada al sol ardiente y al frío río me hicieron notar que este alfabeto no es teórico, sólo se habla en la práctica: calcinando, destilando, imbibiendo, lixiviando, circulando, como la naturaleza. El cambio siempre es interior y de allí todo fluye.
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El cielo estaba despejado y pensé en volver a escuchar al guía, y preguntar lo que sentía dentro mío sin respuesta. "Todo es materia prima…" Y comprendí por un iluminado instante la abundancia de la naturaleza divina, la Biblia la denominó caos, los alquimistas "nuestro caos" y de ella se gesta todo el universo. Miré al cielo glorioso que reinaba sobre mí y vino a mi mente los 3 cubos de materia en el cielo de la imagen del Atalanta Fugiens. En ella fluye el agente de la vida, que está en todas partes, cae del cielo y se oculta en los 4 elementos transportado por la humedad del aire. Entonces… recuerda caminar bajo la lluvia que porta el agua nutriente. Lo que toque será regado por el fertilizante de los 4 elementos. Agradecí a Dios. Llovía nitro puro, luz coagulada, alimento de la vida, invisible a ojos poco preparados. Y feliz me puse a tararear "Quedándote o yéndote" de Spinetta: "de ti saldrá la luz tan sólo así serás feliz y deberás luchar si quieres descubrir la fe, la lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma, este agua lleva en sí la fuerza del fuego la voz que responde por ti por mí... y esto será siempre así quedándote o yéndote." Y pensé: Es verdad, nuestra agua lleva la fuerza del cielo (fuego).
Me senté sobre una roca blanca, y una punta de flecha triangular de volcánica obsidiana estaba frente a mí, regalo del cielo con forma de símbolo de fuego. Agradecí. Pensé en mi propia materia prima y en cuanto debía aprender sobre mi ser. Acaso el filtro para aprender no es nuestra propia esencia o materia prima? La unión de práctica, estudio y ejercicio espiritual conduce a los buenos frutos. Dios revela la belleza del conocimiento a quienes siguen a la naturaleza y lo hacen con humildad. Sagrada ciencia de revelación, que nos acerca a Jesucristo día a día.
Bendito fuego ilumine tus días Sergio Etcheverry
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