ELUCIDACION DEL TESTAMENTO DE RAMON LLULL POR EL MISMO
Ramón Llull.


Biblioteca de los Filósofos Químicos de Guillaume Salmon, 1741.

 

Aunque hayamos compuesto varios libros sobre las diversas operaciones de nuestro arte filosófico, este pequeño tratado, que es el último, lo preferimos a todos los demás, por lo que, justamente, merece ser titulado "La Elucidación de nuestro Testamento". En verdad aquello que hemos escondido en nuestro Testamento y en nuestro Codicilo por medio de largos discursos referidos a los escritos de los filósofos, aquí lo esclarecemos netamente y en muy pocas palabras, a fin de no tener necesidad de componer otros libros; puesto que la composición no es ni consiste en otra cosa que en la sutilidad de un espíritu noble para cubrir y esconder nuestro arte. Lo que ha sido declarado abundantemente en nuestros libros sale ahora de su oscuridad, y es expuesto con una luz agradable, lo que es una empresa que ningún filósofo ha osado realizar jamás.
Vamos a dividir este libro en seis capítulos, en los que es esclarecido todo el misterio de este arte con palabras muy claras. De estos capítulos el primero trata de la materia de la piedra; el segundo sobre el vaso; el tercero sobre el horno; el cuarto sobre el fuego; el quinto sobre la decoción y el sexto sobre la tintura y la multiplicación de la piedra.

CAPITULO PRIMERO
Sobre la Materia de la Piedra

En primer lugar empecemos dando a conocer la materia de nuestra piedra, ya que en nuestro magisterio hemos utilizado cosas ajenas debido a sus similitudes; sin embargo, nuestra piedra está compuesta de una sola cosa, trina respecto a su esencia y principio, a la que no añadimos ni quitamos nada. También hemos descrito tres piedras, la mineral, la vegetal y la animal, aunque únicamente existe una piedra en nuestro arte. Queremos significaros, ¡Oh, hijos de la doctrina!, que este compuesto consta de tres cosas, a saber: alma, espíritu y cuerpo. Es llamada mineral porque es una minera, animal porque posee un alma y vegetal porque crece y es multiplicada; y en esto se esconde todo el secreto de nuestro magisterio, que es el sol, la luna y el agua de vida. Este agua de vida, mediante el cual es vivificada nuestra piedra, es el alma y la vida de los cuerpos. Por ello le llamamos cielo, quintaesencia incombustible y otros infinitos nombres; ya que ella es casi incorruptible, como lo es el cielo en la continua circulación de su movimiento. Así, mediante esta clara explicación, poseéis la materia de nuestra piedra en toda su extensión.

CAPITULO SEGUNDO
Sobre el Vaso

Hemos resuelto hablar ahora de nuestro vaso. ¡Oh, vosotros, hijos de la doctrina, agudizad bien vuestros oídos, a fin de que comprendáis nuestro sentimiento y nuestro espíritu!. Aunque os hayamos descubierto varios tipos de vasos, que están descritos de forma enigmática en nuestros libros, nuestra opinión no es, sin embargo, la de servirnos de varios vasos, sino de solo de uno; el cual mostraremos aquí por medio de visibles y sensibles explicaciones. Nuestra obra es realizada en dicho vaso desde el principio y hasta el final del magisterio. La disposición de nuestro vaso es la siguiente: hay dos vasos con sus respectivos alambiques, de igual tamaño, cabida y altura, donde la nariz de uno penetra en el vientre del otro a fin de que, por la acción del calor, lo que está en una y otra parte ascienda a la cabeza del vaso y, después, por la acción del frío, descienda al vientre. ¡Oh, hijos de la doctrina!, si no sois duros de mollera tenéis el conocimiento de nuestro vaso.

CAPITULO TERCERO
Sobre el Horno

Hablaremos ahora de nuestro horno, pero nos será muy enojoso referir aquí su secreto, que tanto han escondido los antiguos filósofos, pues hemos descrito varios tipos de hornos en nuestros libros. Empero, os confieso sinceramente que no nos servimos más que de uno llamado Atanor, que significa tanto como fuego inmortal, puesto que da siempre un fuego igual y continuo en un mismo grado, vivificando y alimentando nuestro compuesto desde el comienzo al fin de nuestra piedra. ¡Oh, hijos de la doctrina!, escuchad nuestras palabras y entended: nuestro horno está compuesto de dos partes, las cuales deben estar bien cerradas en todas las junturas de su cerco. He aquí como es la naturaleza de este horno: que el horno sea hecho grande o pequeño según la cantidad de la materia, pues la grande pide un horno grande, y la pequeña uno pequeño. Es necesario que sea construido como un horno para destilar, con su tapa bien cerrada y ajustada. Así, una vez compuesto el horno con su tapa, haced de forma que haya un respiradero al fondo, a fin de que el calor del fuego ascendido pueda allí respirar. Como horno esta naturaleza de fuego demanda y requiere sólo este horno y no otro . El cierre de las junturas de nuestro horno es llamado el Sello de Hermes, ya que sólo ha sido conocido por los sabios, y en ningún lugar ha sido manifestado por los filósofos, pues está reservado a la sapiencia, en tanto que ella lo guarda por una potestad común.

CAPITULO CUARTO
Sobre el Fuego

Aunque en nuestros libros hayamos tratado perfectamente tres clases de fuego, a saber: del natural, del connatural y del contra-natura, y aún de otras diversas formas de nuestro fuego, queremos, sin embargo, mostraros un fuego compuesto de varias cosas. Es un gran secreto llegar al conocimiento de este fuego, ya que no es humano sino angélico. Hay que revelaros este don celeste, pero por miedo de que la maldición y la execración de los filósofos, la cual ha confiado a los que vinieron después de ellos, caiga sobre nosotros, roguemos a Dios, a fin de que el tesoro de nuestro fuego secreto no pueda pasar y llegar más que a manos de los sabios y no de ningún otro. ¡Oh, hijos de la sabiduría!, aguzad vuestros oídos para bien comprender y percibir nuestro fuego compuesto, que lo será de dos cosas. Sabed que el Creador de todas las cosas ha creado dos cosas apropiadas para este fuego, a saber: el excremento de caballo y la cal viva, cuya reunión causa nuestro fuego, y cuya naturaleza es la siguiente: tomad el vientre de caballo, es decir, una parte del estiércol bien digerido, y otra parte de cal viva pura. Compuestas estas cosas, amasadas conjuntamente y puestas en un horno, con nuestro vaso situado en el centro conteniendo la materia de nuestra piedra y teniendo el horno bien cerrado por todas partes, tendréis entonces el fuego divino colocado en su horno sin carbón ni luz; lo que no puede ser de otra manera si se tiene todo lo que es necesario. Pero este estiércol y esta cal son filosóficos, y se avienen a nuestra materia, la cual posee su fuego interno y divino, pues nuestro fuego artificial es el débil calor producido por el fuego de la lámpara.

CAPITULO QUINTO
Sobre la Decocción

Hay también varias maneras de preparar nuestra piedra en nuestro Testamento, que ya han sido manifestadas en nuestros demás tratados, a saber: la solución, la coagulación, la sublimación, la destilación, la calcinación, la separación, la fusión, la inceración, la imbición, la fijación, etc.... El significado de todas estas operaciones sólo es la simple decoción, en la que se cumplen todas estas formas de operar. Pero la naturaleza de nuestra decocción consiste en poner la materia del compuesto según la medida en su vaso, su horno y su fuego de decocción continua; en esto consiste toda nuestra obra según los filósofos. Por medio de esta cocción lineal, lenta y untuosa al principio, la materia llega a su perfecta madurez en diez meses filosóficos desde el principio hasta el fin de todo el magisterio, y sin ningún trabajo manual. Queremos mediante estas maneras y estas operaciones así descritas haceros conocer la excelencia y lo sublime de nuestro arte, y cómo el espíritu de los sabios lo ha rodeado de un tenebroso velo, por miedo de que llegue hasta la cima de la montaña de nuestro secreto aquél que es indigno de nuestro arte, y para que persista en su error hasta que el sol y la luna sean ensamblada en un globo, lo que es imposible de hacer si no es por el mandato de Dios.

CAPITULO SEXTO
Sobre la Tintura y la Multiplicación de nuestra Piedra

En último lugar hablaremos sobre la tintura y sobre la multiplicación que es el fin y la terminación de todo el magisterio. Ya hemos mostrado en nuestros demás libros varias formas y maneras de proyección de nuestra tintura. No obstante, diremos que nuestra tintura no es diferente a nuestra multiplicación, y que una no puede ser realizada sin serlo a su vez la otra. Es preciso que nuestra piedra sea primero teñida, y cuando esté teñida su cantidad puede ser multiplicada. ¡Oh, hijos de la doctrina!, rechazad las tinieblas y las oscuridades de vuestro espíritu para entender el secreto de los secretos que se encuentra escondido en nuestros libros por una admirable labor; secreto que abandona aquí el abismo para salir a la luz. Oid y comprended que nuestra multiplicación no es otra cosa que la reiteración del compuesto de la obra primordial compuesta; ya que en la primera reiteración una parte de nuestra piedra tiñe tres partes del cuerpo imperfecto, siendo, en otras tantas partes, multiplicado y crecido en cantidad; en la segunda reiteración una parte tiñe siete partes; en la tercera, una parte tiña quince; en la cuarta, una parte tiñe treinta y una; en la quinta, una parte tiñe sesenta y tres; en la sexta, una parte tiñe ciento veintisiete; ysiempre ella es multiplicada y aumentada en otras tantas partes, procediendo así hasta el infinito.

EPILOGO
He aquí ¡oh, hijos de la doctrina!, cómo nuestros escritos, que estaban escondidos hasta el presente bajo parábolas, son descubiertos y son esclarecidos contra el precepto de los filósofos; pero queremos excusarnos de sus reprimendas y reproches por miedo a caer, mediante el permiso divino en su maldición y execración. Sin embargo es por esto que ponemos las palabras de este pequeño tratado bajo la custodia de Dios Todopoderoso, que da toda ciencia y don perfecto a quien quiere, y lo quita a quien la place, a fin de que sean devueltas a la potestad de su divinidad y, también. de que no permita que sean encontradas por impíos y malvados. Ahora, ¡oh, hijos de la doctrina!, dad gracias a Dios que por su divina ilustración abre y cierra el entendimiento humano. Que el santo nombre de Dios sea bendito por los siglos de los siglos. Así sea.

"Y entre los libros de la buena memoria, me quedo oyendo como un ciego frente al mar..."
Luis Alberto Spinetta (Los libros de la buena memoria, El Jardín de los Presentes).

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