Vi que un sapo rojizo...
Aquí tenemos la descripción de un sapo en la que se encierra todo
el secreto de los filósofos. El sapo es el oro; recibe este nombre porque
es un cuerpo terrenal y especialmente por el veneno negro y pestilente que surge
en los primeros días de la fase preparatoria de esta operación,
durante el reinado de Saturno, antes de que aparezca el color blanco. Por consiguiente
se le llama sapo rojizo.
En esto todos los escritores muestran un total acuerdo, al afirmar que nuestro
oro no es sino el oro digerido que ha alcanzado el más alto grado gracias
a la ayuda de la naturaleza y del arte. Como ya dijo otro filósofo, el
primer trabajo consiste en sublimar el Mercurio, colocando a continuación
los cuerpos limpios en el Mercurio limpio. Podría aportar muchos testimonios,
ya que muchos escritores han seguido esta línea. ¿Qué ocurre
con esos ingeniosos filósofos que al parecer niegan todo esto para confundir
a los ingenuos? No nos corresponde a nosotros buscar la reconciliación
- aunque podríamos hacerlo - ya que muchos de ellos escribieron guiados
por la envidia y con la intención de engañarnos. Todos escribieron
de la forma más misteriosa que pudieron hacerlo a fin de oscurecer la
verdad; incluso en el mejor de los casos, no eran más que hombres que
describían las cosas de acuerdo con sus creencias filosóficas
y que no escribían de una forma completamente transparente porque creían
que al hacerlo el arte resultaría demasiado fácil y se condenaría
para siempre. Pero yo pregunto: ¿Qué necesidad tenemos de palabras?
Sabemos la verdad y sabemos, mediante un sistema de símbolos secretos,
distinguir a los verdaderos escritores de los sofistas; y no necesitamos argumentos,
ya que nosotros mismos somos testigos y sabemos que no hay más que una
verdad, que no hay más que un camino, el mismo camino que pisaron todos
los que dominaron este arte. Ni nos pueden engañar ni seríamos
capaces de engañar a otros.
...bebía el zumo de uvas...
Según el filósofo el sapo bebe el zumo de las uvas. El cuerpo,
afirma, no es más noble que el oro, ni tampoco el agua es de más
valor que el vino. Los filósofos llaman a este agua Aqua Ardens, y también
Acetum Acerrimum, pero lo más normal es que digan que es su Mercurio.
No analizaré esta denominación, pero os escribí en mi pequeño
tratado en latín, o Introitus Apertus ad Occlusum Regis Palatium, en
el que revelé toda la verdad, sin revestimientos, completamente desnuda;
y si no lo hice con excesiva claridad, estoy seguro de que lo hice con claridad
suficiente. No lo voy a repetir aquí; remito al lector a dicho libro.
Se nos dice que el sapo bebió este zumo de uvas; no se refiere únicamente
a la conjunción vulgar, que hace que el cuerpo se convierta en pasta;
esto se realiza con facilidad si el agua está a la temperatura de la
masa o levadura, ya que ha de existir una gran afinidad entre el cuerpo y el
agua. Como dice el filósofo, este agua resulta buena y agradable para
los metales. Pero es más, el agua empapa inmediatamente nuestro cuerpo
y circula por su superficie; como afirma el filósofo, el sudor, al volver
al cuerpo, lo traspasa maravillosamente. Así el cuerpo absorbe el agua
o zumo de uvas, aunque en menor medida que cuando se mezclan por primera vez;
esto ocurre especialmente cuando, por la decocción, el agua se infiltra
hasta las partes más profundas, haciendo que el cuerpo cambie de forma.
Este es el agua que desgarra a los cuerpos y que los hace no ser cuerpos sino
espíritus que vuelan a la manera del humo, el viento o el vapor, como
explica detalladamente Artefio.
La operación es de corta duración, a diferencia de las operaciones
subterráneas de la naturaleza, que necesitan mucho tiempo para realizarse.
Es por esto por lo que muchos filósofos afirman que se realiza en un
corto espacio de tiempo; sin embargo, otros muchos, y no sin razón, se
han quejado de la larga duración de esta decocción.
Y de la misma forma, el propio Artefio, que afirmaba que este fuego del agua
de nuestro Mercurio tarda muy poco tiempo en realizarla si se encuentra en una
superficie abierta, mientras que la naturaleza tarda mil años, dice en
otro momento que la tintura no aparece de forma inmediata, sino que lo hace
lentamente, hora tras hora, día tras día, hasta que, tras un largo
tiempo, la decocción acaba. Según las palabras del filósofo,
que cueza, cueza y cueza, y que nuestra larga decocción no resulte demasiado
aburrida.
...con tales prisas...
Decir que el sapo se bebía el zumo con prisas implica que el trabajo
ha de realizarse en el tiempo real de la naturaleza, que es, efectivamente,
un periodo muy largo de tiempo, por lo menos el que requiere todas las decocciones.
Esto es lo que le parece al artista que se encarga del fuego día tras
día, sin embargo debe esperar el fruto con paciencia, debe esperar hasta
que el fuego haya arrojado sobre la tierra la primera y la última lluvia.
Pero no te descorazones, y espera hasta el final, porque entonces una abundante
cosecha será la recompensa a tus generosos esfuerzos.
...Que, lleno a rebosar del caldo, le explotaron las tripas.
A continuación se nos dice en la visión que al cabo de un tiempo
el sapo (lleno a rebosar de caldo) reventó. Este caldo es el mismo que
preparó la hermosa Medea y que vertió sobre las dos serpientes
que vigilaban las manzanas doradas que crecían en el jardín secreto
de las vírgenes Hespérides.
Y es que el vinagre de los filósofos, al circular por la superficie del
cuerpo, engendra una sustancia similar a un caldo sangriento que hace que los
colores del arco iris aparezcan sobre el león que asciende y desciende;
finalmente, las águilas devoran al león. Y todos juntos, ya muertos,
carroña y cadáveres, se convierten en un sapo venenoso que se
arrastra portado la tierra y en un cuervo que nada en medio del mar muerto.
El zumo de uvas, pues, que es nuestro Mercurio, extraído del camaleón
o aire de nuestra magnesia física y de la siderita mágica, tras
circular sobre nuestra verdadera tierra Lemnia se mezcla toscamente con ella,
se une a ella, y se coloca sobre el fuego para ser digerido; continúa
empapando el cuerpo, por dentro y por fuera, llegando hasta las partes más
profundas y haciendo que lo oculto se manifieste a través del ascenso
y descenso continuos, hasta que todo se convierte en un caldo. Este caldo es
una sustancia rala de diferentes calidades, entre agua y cuerpo. Finalmente
el cuerpo explota y se convierte en un polvo semejante a los átomos del
sol, de color negro y de calidad viscosa.
Después de esto, de su cuerpo emponzoñado
escapó el veneno letal,
Esta reducción del cuerpo hace que este agua se torne tan venenosa que,
como atestiguan los filósofos, no haya verdaderamente en todo el mundo
un veneno con un olor tan pestilente. Por lo tanto, se dice que de su cuerpo
emponzoñado escapó el veneno letal; las exhalaciones se comparan
con el humo venenoso de los dragones, al que hace referencia Flamel en su Sumario.
Pero el filósofo - comenta en sus Figuras Jeroglíficas de los
dos dragones - no percibe su hedor a no ser que se rompan los recipientes, y
simplemente lo intuye al observar los colores de la podredumbre de las confecciones.
Y es verdaderamente maravilloso pensar (algunos hijos del arte son testigos
visuales) que el cuerpo de oro, fijado y completamente digerido, se pudra y
se convierta en algo putrefacto, como si fuera un cadáver, cosa que se
logra gracias a la virtud divina del agua disolvente, que no puede comprarse
con dinero. Todas estas operaciones, que se alargan mucho por presentarse de
formas muy variadas, se resumen en una: matar lo vivo y resucitar lo muerto.
Y sus miembros comenzaron a hincharse, se sentía tan dolido y tan mal.
Este humo venenoso de las exhalaciones, al volver al cuerpo, provoca su hinchazón,
según dice el filósofo. El cuerpo que está en este agua
se infla, se hincha y se pudre, como un grano de trigo, asumiendo a un tiempo
la naturaleza viva y la vegetal. Y es por esto por lo que los filósofos
llaman a este agua su levadura, porque al igual que la levadura hace que la
masa se hinche, este agua fermenta el cuerpo, haciendo que se hinche; también
recibe el nombre de veneno, porque al igual que el veneno, causa la hinchazón
al actuar repetidamente sobre nuestro cuerpo.
Esta operación es continua, comienza cuando la materia empieza a reaccionar
y dura hasta que tiene lugar la putrefacción total. El sapo continúa
exhalando (debería más bien ser llamado león) hasta que
empieza a darse por vencido, y entonces, cuando el cuerpo empieza a asumir ligeramente
la naturaleza de el agua y el agua la del cuerpo, se compara con los dos dragones,
uno alado y el otro sin alas; finalmente, cuando aparece esa tierra apestosa
que Hermes llama su Tierra Foliada o Tierra de Hojas, se llama más corrientemente
Sapo de la Tierra, desde el momento de la primera excitación y hasta
la putrefacción final. La exhalaciones son blancas durante la primera
fase, pasando después a ser amarillentas, azuladas y negruzcas (a causa
de la virulencia de la materia). Las exhalaciones se van condensando, formando
pequeñas venas y goteando continuamente, penetran las gotas en el cuerpo
con una facilidad asombrosa y cuantas más penetran más se inflama
y se hincha éste, hasta que acaba pudriéndose por completo.
Empapado en sudor envenenado, se dirigió a su secreta madriguera,
Los dos versos siguientes no son sino una descripción más amplia
del trabajo, de la volatilización, que consiste en el ascenso y descenso,
es decir, en la circulación de la materia por el interior del recipiente.
Al recipiente se le llama aquí madriguera secreta; el mismo autor lo
llama en otros escritos pequeño barril de cristal. Se trata de un contenedor
de forma ovalada. Está fabricado con cristal blanco de gran pureza y
es del tamaño de un huevo de gallina. Dentro de él se vierte una
onza, es decir, ocho dracmas del preparado, que resulta ser la cantidad adecuada
para preparar la mezcla. A continuación se cierra con un Sello de Hermes
el recipiente; como tiene unos seis dedos de altura y es estrecho y fino, se
cierra de una forma artificial, fundiéndolo para que los espíritus
no puedan escapar ni el aire pueda entrar. Por eso recibe el nombre de madriguera
secreta. También recibe este nombre por el carácter secreto de
la cenizas o la arena sobre las que se coloca el recipiente al introducirlo
en el Atanor Filosófico. Hay que cerrar Herméticamente las puertas
del horno. El horno dispone de una ventanilla que se puede abrir ligeramente
siempre que la ocasión lo requiera o resulte conveniente; también
se puede cubrir la abertura con un cristal, y de esta manera el artista podrá
contemplar el proceso. Para distinguir los colores necesitará la ayuda
de una lámpara.
Y exhalando un vaho pestilente blanqueó las paredes de la cueva.
Después de colocar secretamente el recipiente , el nido y el horno, el
artista debe, en primer lugar, estar dispuesto a permanecer encerrado durante
largo tiempo; así lo afirma Bernardo el Trevisano. La parte cóncava
de este lugar secreto quedará tan blanqueada por los humos que ascienden
que el artista realizará su trabajo guiándose más por sus
ojos de su mente - su sabiduría y su lógica - que por los de su
cuerpo; porque los espíritus, alzándose en forma de humo o de
viento, quedarán adheridos en la parte cóncava del recipiente,
que se encuentra situado sobre la arena o las cenizas. Allí, poco a poco,
se irán formando gotas que resbalarán hacia abajo, empapando el
cuerpo y reduciendo la parte fija tanto como puedan. Y así alterarán
sus colores el cuerpo a causa del agua y el agua a causa del cuerpo.
Después de un tiempo empezó a aparecer una neblina de color dorado.
Este proceso continuará hasta que parezca que el recipiente está
bañado en oro, porque las exhalaciones son de color amarillo, que es
el símbolo de la verdadera copulación del hombre y la mujer. Antes
de que surja este color amarillo se irá oscureciendo la blanca brillantez
de los humos, apareciendo una mezcla de colores oscuros, apagados y azulados.
Esta fase no es muy larga; las diferentes etapas pueden observarse antes de
que transcurran cuarenta días, ya que durante ese tiempo los colores
dan señales de corrupción y generación gracias a la naturaleza
impetuosa y demoledora de nuestras aguas pónticas y a la resistencia
de nuestro cuerpo. En la lucha, el cuerpo es derrotado y muere, y al morir hace
que surjan dichos colores; esto significa que las águilas han conseguido
dominar al león y también que el león las ha contagiado
ligeramente, pues comenzaron a comer su cadáver. Los sabios artistas
dan a esta operación el nombre de extracción o separación
de las naturalezas, ya que la tintura comienza a separarse del cuerpo. También
la llaman reducción a la primera materia, es decir, al esperma o semilla,
que por su doble naturaleza se compara con los dos dragones. No profundizaré
más en esta parte de la visión; me remitiré a explicar
sucintamente lo que se expuso con brevedad.
Cuyas gotas teñían el suelo de rojo al caer
desde lo alto.
Estos colores del Mercurio tiñen adecuadamente el cuerpo fijo que se
asienta en el fondo, y los cuerpos procedentes de las exhalaciones se tiñen
de color rojizo. Refiriéndose a esto Flamel afirma que estas dos naturalezas
o dragones se muerden cruelmente; una vez que se agarran ya no se sueltan hasta
que, a causa de sus babas venenosas y sus ataques mortales, quedan completamente
ensangrentados. Luego, cociéndose en su propio veneno, se transforman
en una Quinta Esencia.
Y cuando al sapo comenzó a faltarle el aliento
vital,
Antes de renovarse, estas naturalezas tienen que atravesar primero un eclipse
de luna y otro de sol, así como también la oscuridad del purgatorio,
que es la puerta de la negrura; después de hacerlo, la luz del purgatorio
las renovará. Esta fase recibe la denominación alegórica
de Muerte, porque aunque un hombre resista valientemente los ataques violentos
que pueden turbar su vida, si sus enemigos son muchos y muy fuertes no podrá
hacerles frente, comenzará a perder la fuerza y el coraje, y la palidez,
heraldo de la muerte, aparecerá en sus labios. Así también
nuestro cuerpo u hombre, el sol, resiste durante un largo tiempo como un gran
campeón, hasta que es herido y, con todo el cuerpo cubierto de sangre,
muere. Al morir empieza a aparecer la negrura, que, al igual que antaño
los cuervos, presagia la muerte del hombre. Esta reiteración o rotación
de las influencias del cielo, junto con el calor que lo reseca y la humedad
que lo empapa en su veloz caída, acaba haciendo que finalmente muera
y se corrompa de una forma natural, igual que el resto de las cosas.
Luego al cuerpo del sapo comienza a faltarle el aliento, es decir, se acaban
los humos. Como ascienden y descienden tantas veces, los espíritus comienzan
a fijarse, convirtiéndose en polvos y depositándose en el fondo
del recipiente. El proceso de la putrefacción comienza inmediatamente
y los espíritus permanecen en el fondo durante un tiempo sin ascender.
Por lo tanto, controla bien el fuego, no vaya a ser que tus espíritus,
completamente exaltados, asciendan tanto que la tierra se apodere de ellos sin
dejarlos volver. Esta operación consiste, como dice Morien, en extraer
el agua de la tierra y devolvérsela, haciéndolo tantas veces y
durante tanto tiempo como sea necesario para que la tierra se pudra.
Negro como el carbón se quedó el moribundo animal.
Aquí acaba el combate, porque en esta tierra de hojas todos los elementos
se reconcilian y finalmente reina la paz. Las diferencias naturales se abrazan,
sin tener otra forma que la del polvo impalpable y sin tener otro color que
el del negro más negro. A partir de este momento las naturalezas se unen,
hirviendo y cociendo todas juntas como si fueran brea derretida e intercambiando
sus formas. Ten cuidado, no sea que obtengas, en lugar de un polvo negro como
el que más - como el del pico del cuervo - un inservible precipitado
seco y medio rojo. Este precipitado de color naranja indica, sin lugar a dudas,
que se ha producido la combustión de las flores o virtud de la semilla
vegetativa. Yo mismo he dado este tropezón y por eso os prevengo.
Y de esta forma, se ahogó dentro de el veneno que
por sus venas fluía.
Teniendo en cuenta lo que anteriormente se ha expuesto y el fidedigno testimonio
de todos los filósofos, parece ser cierto que este trabajo no resulta
ser ni demasiado aburrido ni demasiado agobiante, sino que, por el contrario,
la maestría se alcanza de un modo completamente natural. Porque una vez
que el verdadero cuerpo se empasta con la verdadera levadura, se calcina y se
disuelve, mudándose en un agua negra que a veces cambia de color. Esto
indica que está expandiéndose la tintura, que los espíritus
están coagulándose y convirtiéndose en un polvo negro,
tan negro como el humo. Este es el periodo de oscuridad inferior, que es el
final del eclipse, una fase de contrición que empieza poco después
de que aparezcan los tonos amarillentos, azulados, etc.
Así estuvo, pudriéndose, durante ochenta y cuatro días.
La calcinación se inicia con estos cambios de color que tardan en aparecer,
si el proceso se ha llevado a cabo de forma satisfactoria, unos cuarenta y dos
días, unos cincuenta como máximo. Después tiene lugar la
corrupción y la putrefacción y todo adquiere un aspecto parecido
al de la porquería esa que resulta de hacer hervir la sangre o derretir
la brea. Sin embargo, el color negro, por lo menos de una forma superficial,
comienza a aparecer a los cuarenta días de haber removido la materia,
siempre que el proceso haya sido correcto y el fuego adecuado; como mucho puede
tardar cincuenta días. Al decir que se ahoga en su propio veneno
y se cuece en su propio caldo, el autor se está refiriendo a la negritud
total, a la lúgubre oscuridad de la podredumbre más absoluta que,
según él, dura ochenta y cuatro días. Los escritores no
se ponen de acuerdo en la duración de este periodo de tiempo, pero en
lo que si coinciden todos es en afirmar que para que el proceso llegue a su
fin tiene que transcurrir mucho tiempo. Según uno de ellos, este color
negro, tan negro como no hay otro, tiene una larga duración y no desaparece
hasta que pasan por lo menos cinco meses. Según otro, cuando el rey entra
en su baño se quita la túnica y se la da a Saturno, quien a su
vez le da una camisa negra que él tendrá en su poder durante cuarenta
y dos días. Y de hecho, transcurrirán cuarenta y dos días
antes de que se ponga esta camisa negra en lugar de su túnica dorada.
Lo que ocurre es que todo lo que se refiere a sus cualidades solares se destruye
y, dejando de ser fijo, cetrino, terrenal y sólido, se convierte en una
sustancia volátil, negra, espiritual , acuosa y flemática. La
putrefacción no comienza hasta que no han desaparecido las primeras formas,
pues el hecho de que un cuerpo pueda recuperar su naturaleza anterior implica
que todavía no está bien molido y humedecido. Por lo tanto, muélelo
y humedécelo hasta que veas que los cuerpos dejan de ser cuerpos y se
convierten en humo y viento; observarás que, tras circular un periodo
de tiempo equivalente a una estación, se asientan y se pudren. Entonces,
en el oeste, Saturno regirá la tierra occidental, retentiva y otoñal;
luego irá hacia el expulsivo norte, donde Mercurio rige el agua, y donde
la materia es acuosa, flemática e invernal. Quienes dividen la operación
en dos partes, el reino de Saturno y el de su sucesor, Júpiter, le adscriben
a Saturno toda la parte de la putrefacción y a Júpiter el periodo
de la variedad cromática. Después de Júpiter, que sólo
reina un periodo de unos veinte o veintidós días, viene la luna,
la tercera persona, brillante y hermosa, que reina durante al menos veinte días,
algunas veces durante veintidós. Al realizar el cómputo lo mejor
es contar desde el día cuarenta o cincuenta - partiendo del inicio de
la formación de la piedra - hasta el día catorce o dieciséis
del reinado de Júpiter. Durante este periodo, al lavar el Latón
sigue apareciendo el color negro, aunque mezclado con otros colores más
alegres. La suma de todos estos días es el tiempo que, según calculaba
el autor, tarda en realizarse la putrefacción; es decir, ochenta y cuatro
días. Teniendo en cuenta todo el periodo de negritud, como hace Augurellus,
transcurrirán cuatro veces once días con sus respectivas noches,
lo que da un total de cuarenta y cuatro días. Según otro filósofo
durante los primeros cincuenta días aparece el verdadero cuervo, luego,
a los setenta días, la paloma blanca, y después, a los noventa
días, el color de tirio.
Yo deseaba experimentar para extraer aquel veneno, por lo que coloqué
el cadáver sobre un fuego muy lento. Una vez hecho, ¡oh, prodigio
para la vista que no puede ser narrado! Aparecieron colores extraños
por todas las partes del cadáver del sapo. Se tornó blanco cuando
los colores desaparecieron de allí. Luego, tras teñirse de rojo,
se quedó para siempre así.
Daré mi propia opinión: Mezcla bien las dos naturalezas, y si
las materias, tanto el cuerpo como el agua, son puras, la temperatura interior
del baño es la correcta, y el fuego externo el adecuado - no demasiado
violento para que las materias puedan circular bien, la naturaleza espiritual
sobre la corporal -, después de que pasen cuarenta y seis o cincuenta
días podrás ver aparecer el principio de la completa negritud;
después de que pasen otros cincuenta y seis días, verás
la cola del pavo real y los colores del arco iris, y cuando transcurran otros
veintidós o veinticuatro días contemplarás la Luna perfecta,
el blanco más blanco, que, a lo largo de veinte días, o veintidós
a lo sumo, se irá volviendo cada vez más brillante. Tras esto,
después de aumentar el ligeramente el volumen del fuego, verás
el reinado de Venus, que durará cuarenta o cuarenta y dos días.
A continuación vendrá el reinado de Marte, que durará otros
cuarenta y dos días. Luego seguirá el reinado del Sol Flavus durante
cuarenta o cuarenta y dos días y, finalmente, aparecerá el bermellón
ardiente, el rojo de la Amapola de la Roca.
Con el veneno he fabricado una medicina que destruye el
veneno y salva al envenenado.
Así, simplemente mediante la decocción, estas naturalezas cambian
y se modifican maravillosamente, hasta convertirse en esa bendita tintura que
hace que salga todo el veneno; a pesar de que antes de la preparación
fuera ella misma un veneno letal, se transforma ahora en bálsamo de la
naturaleza, expulsando todas las enfermedades y cortando de un tajo todo aquello
que resulta perjudicial para el frágil cuerpo humano, lo que resulta
verdaderamente prodigioso.
Gloria al que nos proporciona estos secretos métodos.
A él dominios y honor.
Adoremos y alabémoslo. Amen.
Ahora bien, Dios es el único que puede dispensar estos gloriosos misterios.
He sido para ti un fiel testigo de la naturaleza y sé que todo lo que
escribo es cierto y que todos los hijos del arte sabrán por mis escritos
que soy, al igual que ellos, un heredero de esta habilidad divina. Para que
me entiendan los ignorantes he escrito de la forma más clara que he podido
y hubiera escrito más si el creador de todas las cosas me hubiera dado
mayor autoridad. Para Él y solamente para Él sea todo el honor,
el poder y la gloria; para Él que creó todas las cosas y que concede
el Don de la sabiduría a quien considera su siervo, retirándolo
según su voluntad; para Él sea todo el honor y la adoración.
Y tú, hermano, que gozas de esta preciosa bendición divina, utiliza
toda tu fuerza para servirle, porque todo se lo merece quien ha creado todas
las cosas y para cuya gloria todas las cosas son y han sido creadas.
Material extraido deRipley Revived (Ripley
Revivido), London 1677.
|