Es necesario, mis muy queridos hermanos en el Señor, daros una idea pura de la Iglesia interior, de esta Comunidad luminosa de Dios que se halla dispersa por todo el mundo, pero que está gobernada por una verdad y unida por un espíritu. En todo tiempo, lo exterior ha tenido por base un interior, del que lo exterior sólo es su expresión y su plano. La Iglesia interior nació inmediatamente después de la caída del hombre, y enseguida recibió de Dios la revelación de los medios por los que la especie humana caída será elevada de nuevo a su dignidad y liberada de su miseria; recibió el depósito definitivo de todas las revelaciones y misterios y la llave de la verdadera ciencia, tanto divina como natural.Pero cuándo los hombres se multiplicaron, la fragilidad del hombre y su debilidad hicieron necesaria una sociedad exterior que mantuviese oculta a la sociedad interior, y que cubriese al espíritu y a la verdad con la letra. Pues, como la colectividad, la masa, el pueblo, no eran capaces de comprender los grandes misterios interiores y como habría sido muy peligroso confiar lo más santo a los incapaces, se envolvieron las verdades interiores en las ceremonias exteriores y sensibles, para que el hombre, a través de lo sensible y exterior que es símbolo de lo interior, se hiciera capaz, poco a poco, de acercarse cada vez más a las verdades interiores del espíritu. Pero el interior siempre ha estado confiado a aquel que, en su tiempo, tenía más capacidad para la luz; y sólo éste era poseedor del depósito primitivo, como el sumo sacerdote en el santuario. Cuando se hizo necesario que las verdades interiores fueran envueltas en ceremonias exteriores y simbólicas, a causa de la debilidad de los hombres, que no eran capaces de soportar la unión de la luz, nació el culto exterior; pero se trata siempre de la representación y el símbolo del interior, o sea, el símbolo del verdadero homenaje rendido a Dios en espíritu y en verdad. El cuidado del culto exterior era el oficio de los sacerdotes, y, en los primeros tiempos, cada padre de familia se encargaba de tal ocupación. Las primicias de los frutos y los primogénitos de los animales eran ofrecidos a Dios; los primeros, como símbolo de que todo lo que nos alimenta y nos conserva viene de Él; y los segundos, como símbolo de que el hombre animal debe morir para hacer sitio al hombre espiritual y razonable. Estos instrumentos divinos llevaban las verdades interiores del santuario hasta la más apartadas naciones y las modificaban simbólicamente de acuerdo con los usos del lugar, su capacidad de cultura, su clima y su receptividad. De modo que los tipos exteriores de todas las religiones, sus cultos, sus ceremonias y sus libros en general tienen por objeto, mas o menos claramente, las verdades interiores del santuario, que conducirán a la Humanidad, en los últimos tiempos, a la universidad del conocimiento de una única verdad. Dios mismo dio a ese pueblo su legislación religiosa exterior y, como signo de su verdad, le entregó todos los símbolos y todas las ceremonias, que llevaban el sello de las verdades interiores y grandiosas del santuario. El conocimiento científico de este simbolismo santo constituye la ciencia para religar al hombre caído con Dios; de aquí procede el nombre de religión por ser la doctrina para volver a ligar al hombre, separado y alejado de Dios, con Dios, que es su origen. Por esta idea pura de la palabra genérica religión, podemos ver que la unidad de la religión está en el santuario más interior y que la multiplicidad de las religiones exteriores no puede nunca cambiar ni debilitar esta unidad que es la base de todo lo exterior. La sabiduría del templo de la antigua alianza estaba gobernada por los sacerdotes y por los profetas. Lo exterior, la letra del símbolo, del jeroglífico, estaba confiado a los sacerdotes. Así pues, existía en la antigua alianza una escuela de sacerdotes y otra de profetas. Aquella se ocupaba de los emblemas, y ésta de las verdades comprendidas en los emblemas. Los sacerdotes poseían el exterior del arca, los panes de proposición, el candelabro, el maná y la vara de Aarón; y los profetas, a su vez, las verdades interiores y espirituales representadas exteriormente por los símbolos de que se ha hablado. Cuando el culto exterior abandonaba el interior, éste decaía y Dios hacía saber, claramente, que la letra no puede subsistir sin el espíritu, que sólo es su vehículo y que es inútil, e incluso rechazado por Dios, si abandona su destino. Y así encontramos un Job entre los idólatras, un Melquisedeq entre las naciones extranjeras, un José entre los sacerdotes egipcios y Moisés en el país de Madián, como prueba elocuente de que la comunidad interior de aquellos que son capaces de recibir la luz estaba unida por un espíritu y una verdad en todo tiempo y entre todas las naciones.A todos estos agentes de la luz de la comunidad interior y única se unió, en medio del tiempo, el más importante de todos ellos: el mismo Jesucristo, como rey-sacerdote según la Orden de Melquisedeq. Los agentes divinos de la antigua alianza no representaron más que perfecciones particulares de Dios; en la envoltura o en medio de los tiempos, una acción poderosa debía producirse, para mostrar de una vez todo en uno. Apareció un personaje universal que dio a las líneas del cuadro del momento la unidad plena, abrió una nueva puerta y destruyó la mayoría de las esclavitudes humanas. La ley del amor Este agente, el mayor entre todos, este Salvador del mundo y regenerador universal fijó toda su atención sobre esta verdad primitiva, por la que el hombre puede conservar su existencia y recobrar la dignidad que poseía. En estado de humillación, sentó la base de la redención de los hombres y prometió realizarla completamente algún día por medio de su Espíritu. También ha mostrado a un grupo reducido de sus apóstoles, todo lo que sucedería un día a sus elegidos. Continuó la cadena de la comunidad interior de la luz entre sus elegidos, a los que envió el Espíritu de Verdad y les confió el depósito primitivo y más elevado de todas las verdades divinas y naturales, en señal de que no abandonarían jamás su comunidad interior. Cuando la letra y el culto simbólico de la Iglesia exterior de la antigua alianza se realizaron en verdad por la encarnación del salvador y fueron verificados en su persona, se hicieron necesarios nuevos símbolos para el exterior que nos mostraran en la letra la realización futura e íntegra de la redención. Los símbolos y los ritos de la Iglesia exterior cristiana fueron dispuesto de acuerdo con esas verdades fundamentales e invariables, y anunciaron cosas de una fuerza e importancia tales, que no pueden describirse, y que sólo fueron reveladas a quienes conocían el santuario más interior. La incredulidad llevó la corrupción al más alto grado, incluso se intentó atacar el edificio del cristianismo en sus bases fundamentales: confundiendo lo interior santo con lo exterior, sujeto éste a las debilidades y a la ignorancia de los hombres frágiles. Fieles al Espíritu de verdad que prometió no abandonar nunca a su comunidad, los miembros de la Iglesia interior vivieron en silencio yen actividad real, y unieron la ciencia del templo de la antigua alianza con el espíritu del gran Salvador de los hombres, el espíritu de la alianza interior; esperando humildemente el gran momento en que el Señor los llamará y reunirá su comunidad para dar a toda letra muerta la fuerza exterior y la vida. Esta comunidad interior de la luz es la reunión de todos aquellos que son capaces de recibir la luz de los elegidos: es conocida bajo el nombre de Comunión de los Santos. El depósito primitivo de todas las fuerzas y de todas las verdades ha sido confiado, en todo tiempo, a esta comunidad de la luz; sólo ella, como dice San Pablo, está en posesión de la ciencia de los Santos. Los agentes de Dios fueron formados por ella en cada época, pasaron del interior al exterior y, como ya hemos dicho, comunicaron el espíritu y la vida a la letra muerta. Tienen también sus grados según los cuales el espíritu puede desarrollarse sucesivamente y elevarse cada vez más. He aquí los tres grados de la verdadera escuela de la sabiduría interior, de la comunidad interior de la luz. El mismo espíritu que prepara a los hombres para esta comunidad también distribuye sus grados con la colaboración del sujeto que ha sido preparado. A través de esta escuela se desarrollaron los gérmenes de todas las ciencias sublimes, que fueron primeramente recibidos por las escuelas exteriores y, ahí, revestidos de otras formas e incluso, algunas veces, deformados. Esta sociedad interior de sabios comunicó, según el tiempo y las circunstancias, a las sociedades exteriores, sus jeroglíficos simbólicos para llamar la atención del hombre exterior sobre las grandes verdades del interior. Pero todas las sociedades exteriores sólo subsisten cuando esta sociedad interior les comunica su espíritu. En cuanto que las sociedades exteriores quisieron independizarse de la sociedad interior y transformar el templo de la sabiduría en un edificio político, la sociedad interior se retiró y sólo quedó la letra sin el espíritu. Fue así como todas las escuelas exteriores secretas de la sabiduría no eran más que velos jeroglíficos, quedando siempre la verdad en el santuario para que jamás pudiera ser profanada. Todas las disputas, todas las controversias, la falsa prudencia del mundo, los idiomas extraños, las vanas disertaciones, los gérmenes inútiles de las opiniones que esparcen la semilla de la desunión, todos los errores, todos los cismas y los sistemas están desterrados de ella. No hay aquí calumnias ni maledicencias, se honra a todo hombre. La sátira y el espíritu que gusta aprovecharse de la inferioridad del prójimo aquí se desconocen, sólo se conoce el amor. La calumnia, ¡ese monstruo!, no levanta jamás su cabeza de serpiente entre los amigos de la sabiduría; aquí sólo se conoce el respeto mutuo, no se observan las faltas del prójimo ni se le dirigen amargos reproches por sus defectos. Caritativamente, se conduce al viajero por el camino de la verdad, se busca persuadir y conmover; dejando el castigo del pecado en manos de la clarividencia del Maestro de la Luz. Se alivia la necesidad, se protege la debilidad, regocijándose en la elevación y la dignidad que el hombre adquiere. No debemos tornar por esta comunidad a ninguna sociedad secreta que se reúne en determinados momentos, que escoge a sus jefes y a sus miembros, y se fija ciertos fines. Todas las sociedades, sean las que fueren, aparecen después de esta comunidad interior de la sabiduría; ésta no conoce formalidades, que son obra de la envoltura exterior, obra de los hombres. En el reino de las fuerzas todas las formas exteriores desaparecen. Si es necesario que se reúnan verdaderos miembros, éstos se encuentran y se reconocen. No puede haber ningún disfraz, ninguna larva de hipocresía, ningún disimulo oculta los rasgos característicos de esta comunidad, pues son demasiado originales. La máscara, la ilusión, desaparecen todo se presenta en su verdadera forma. Ningún miembro puede elegir a otro; se requiere el consentimiento de todos. Todos los hombres son llamados y pueden ser elegidos si están maduros para entrar. Cada cual puede buscar la entrada y todo hombre que está en el interior puede enseñar a otro a buscar la entrada. Pero, mientras no se esté maduro, no se llega al interior. Los hombres inmaduros ocasionarían desórdenes en la comunidad y el desorden no es compatible con el interior. Este rechaza todo lo que no es homogéneo. La prudencia del mundo espía en vano este santuario; en vano trata la malicia de penetrar los grandes misterios que en él se esconden; todo es un jeroglífico indescifrable para aquel que no está maduro: no puede ver ni leer nada del interior. Aquel que está maduro se une a la cadena; acaso, muchas veces, cuando menos lo sospecha y a un enlace del que no suponía su existencia. En esta comunidad santa, está el depósito original de las ciencias más antiguas del género humano, con los misterios primordiales de todas las ciencias y las técnicas que conducen a la madurez. Es la única y verdadera comunidad de la luz que está en posesión de la llave de todos los misterios y que conoce lo intimo de la Naturaleza y de la creación. Es una sociedad que une a sus fuerzas las fuerzas superiores y que cuenta con miembros de más de un mundo. Sus miembros forman una república teocrática que será algún día la madre regente del mundo entero. |
"Y entre los libros de la buena memoria, me quedo oyendo como un ciego frente al mar..."
Luis Alberto Spinetta (Los libros de la buena memoria, El Jardín de los Presentes).
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